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domingo, 15 de mayo de 2011

Nuestra amiga, la exmonja, nos manda un nuevo relato y fotografía real.

Mi amigo cura  y yo, en moto.
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Cuando ya había salido del convento, vivía con mi madre. Me empecé a sentir muy sola. Todas mis amigas que tenía, antes de entrar en el convento, estaban casadas. Cargadas de hijos. Total, que no tenía con quien salir.
 Mis tías que eran muy jóvenes, me llevaban al cine, al teatro... fui también al festival de la canción O.T.I.
Entonces, se me ocurrió llamar al Padre Carlos y contarle que me sentía solísima. Éste era el que se me declaró antes de empezar un día la Misa, que tuve que echar a correr, aunque  a mí me encantaba. Me dijo:" Está bien, te voy a invitar a merendar en la Sierra de Guadarrama. Mañana Domingo, te iré a buscar y nos vamos en moto". A mí me pareció bien. Era la primera vez que nos veríamos, después de salir yo del convento y él no me conocía sin el hábito. Las monjas cambian mucho si se quitan el hábito. Nadie las reconoce.
  Le di mi dirección y le esperé fuera, en el portal de mi casa. Cuando llegó, esperó... y yo le vi..., salí del portal, fui hacia él, pero no me reconoció. Me quedé parada mirándole y ya por curiosidad me pregunta:

-       ¿Eres  sor Ángel? –

-        ¿Tú que crees le dije?-  Entonces se bajó de la moto y me dio un abrazo muy... muy largo. Nunca nos habíamos podido abrazar así. Él para la ocasión se había quitado la sotana y venía de seglar vestido.
 Me subí a la moto y me agarré bien a él, y nos fuimos a  la Sierra. Me encantó ir en moto, sobre todo abrazarlo tanto tiempo.
  Merendamos en Guadarrama y a la vuelta, se paró en un campo, donde normalmente hay toros bravos. Éste campo, estaba abierto a la carretera y cogimos una mantita que yo había llevado, para sentarnos bajo los árboles. Yo me tumbé y se puso a mi lado.

-        Necesito abrazarte y besarte, ya lo deseaba cuando estabas en el convento, cuando ibas a la sacristía con las partituras a preguntar. Ahora ya no estás allí, ¿puedo hacerlo?

-       Bueno- le dije, a mi también me apetece.

-        Me empezó a besar... y a besar... y la verdad, que me sabía a gloria. Pero, me venían pensamientos a la cabeza, que me distraían: Este antes de celebrar misa mañana, se tiene que confesar.  ¡Dios mío, estoy haciendo pecar a un cura! Procuraré no moverme, para que no peque mucho. ¡Señor... Señor... perdónanos porque sí, sabemos lo que hacemos... pero es que a mí me gusta y... al Padre Carlos, creo que también. No se lo tomes en cuenta, ... Si al fin y al cabo, gracias a estas cosas sexuales la gente se reproduce ... y hasta ahí no vamos a llegar... Señor, ten piedad de nosotros y ... noto que el padre Carlos, empieza a respirar, como muy rápido y se me pone encima totalmente...

-       Le pregunto- ¿Te ocurre algo?

-        No- me contesta jadeante... ¡cállate por favor! Y  se movía sobre mí, como un desesperado. Sudaba y me fijé, que ponía casi los ojos en blanco.
 Yo me empecé a asustar, y le dije:

-       ¡Oye, si no te encuentras bien, nos vamos... que yo no sé conducir la moto. Y el Padre Carlos, que se había colocado sobre mi cuerpo entero, noté que a la altura de mis muslos tenía algo grande y duro, pero como estábamos vestidos, no vi lo que era.
 Dios, que incultura sexual tenía yo en esa época. Ahora si me pesca el Padre Carlos y me hace lo mismo, hubiese pensado: Este tío está cachondo y seguro que me quiere penetrar. Pero entonces, me asusté y no paraba de molestarle y decirle- vámonos Carlos, te veo como si estuvieses muy cansado- ¿me quieres decir qué te pasa? Se me queda mirando... sin respirar y no se mueve, se tira al suelo en la manta y veo que tiene mojado su pantalón. Descansa en el suelo y parece que su respiración ya se apacigua.
 Le pregunto:

-       ¿Te has manchado? ¿Qué te pasaba? Se me acerca, y me besa en la boca como un loco y me pide perdón diciéndome:  No tenía que haber hecho esto nunca, te tenía que haber pedido permiso, y explicarte que iba hacer.

-        Bueno- le dije- no te pongas así, si no ha pasado nada. Yo estaba un poco asustada,  pues creí que te estabas poniendo malo cuando estabas sobre mí. Entonces, me hizo levantarme y me explicó que le había pasado. Claro, los términos correrse, excitarse, semen y demás no los captaba yo, pues con 26 años que tenía, no sabía nada de nada. Había estudiado el cuerpo humano en biología, en la carrera, pero no hasta ese extremo. Era muy inculta sexualmente.
 Bueno después de darme unas cuantas explicaciones, nos subimos en la moto y volvimos a Madrid. Me dejó en mi casa. Perdóname -me dijo- yo me acerqué y le dije, no te preocupes ya iré aprendiendo, no entiendo nada de estas cosas.
 Me tomó las manos y me las besó y luego se acercó y, me dio un último beso en los labios. Y se fue. 
Salimos más veces, pero solo nos besábamos. Yo le pedía que me enseñase hacer cosas sexuales. Me decía que no. Que él no quería desvirgarme, y me explicó lo que era eso. 
 Poco tiempo después me vine a vivir a Andalucía, y ya no lo vi, hasta pasados 8 años.
Hasta la próxima.  


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