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jueves, 3 de mayo de 2012

LA REPUTACIÓN DE ESPAÑA. Andrés García Baena.


LA REPUTACIÓN DE ESPAÑA. Andrés García Baena a vuela pluma.
A raíz de las recientes expropiaciones de empresas españolas en Argentina y Bolivia, hemos empezado a preguntarnos sobre la poca o nula reputación que España tiene en el mundo. Ni que decir tiene que los ponderables históricos aún pesan en la citada popularidad de nuestro país. Así, en las antiguas colonias americanas españolas, todavía pesa nuestra labor realizada en el citado continente en la época de la colonización. Recientemente he tenido la ocasión de sufrirlo en mis carnes en un viaje realizado a Perú el pasado mes  de febrero. Allí, para la población indígena sobre todo, lo español huele a “criador de chancho o cerdo”, término con el que se identifica despectivamente a Pizarro. Lo peor de todo es que los guías turísticos, y cómo no, los museos como el recientemente inaugurado metropolitano de Lima, se valora las aportaciones, al enriquecimiento nacional de Perú, de Francia, Inglaterra, Italia y China, pero nunca encuentras una palabra de amabilidad o comprensión hacia España. Las escenas que más se identifican con nuestro país son las de la inquisición, matanzas y unos amanerados gobernantes masacrando la población cruelmente. Paralelamente, se mitifica todo lo inca, se habla de comunismo o socialismo incaico, y no se menciona para nada las culturas que estos pueblos aplastaron ni su régimen esclavista, eso sí, siempre matizan esclavista pero colectivista. Ni la fundación de universidades, ni la llegada de la imprenta, ni las aportaciones literarias y artísticas españolas son reconocidas en su justo término. Hasta los chinos cantoneses que allí vivieron en régimen de semi-esclavitud han aportado su pequeño grano de arena en las chifas o restaurantes chino-peruanos; pero en lo tocante a España, no hay nada más que hablar. Claro que el sesgo ideológico lo inunda todo, aún recuerdo en 1992 las camisetas que muchos estudiantes y no estudiantes llevábamos puestas, recordando al común de los mortales, los quinientos años de opresión de España sobre Latinoamérica; pero si este análisis lo hubiéramos llevado a su máximo extremo, deberíamos imaginar el perdón que habría que pedir por la conquista de los fenicios, cartagineses, pueblos godos, almorávides, almohades y a nivel internacional ni quiero pensarlo. España ha padecido un estereotipo clásico en el siglo XVI como un país poderoso y temible lleno de gente seria, espartana, religiosa y con un irregular sentido del humor. En el XIX, en la época romántica, el estereotipo fue ampliamente forjado por los británicos y, pasamos a ser un país antiquísimo de grandes tradiciones, con una gran pasión por la vida, vagos y rígidos de pensamiento. Aún pesa esta carga histórica y otros muchos condicionantes íntimamente relacionados con nuestra historia moderna y contemporánea.
Por supuesto que él fenómeno, de la pérdida de reputación en Sudamérica, está íntimamente relacionado con el surgimiento de los nacionalismos auspiciados por Venezuela, Bolivia y otros; y, sobre todo, con el nulo papel que España ha jugado en la formación de sus respectivas nacionalidades.
No debe de extrañarnos, que la reputación de España en estos países, haciendo siempre la salvedad de Brasil y México por causas que no reflejamos por falta de espacio, sea lo más negativa posible. El Instituto de Reputación, en su informe Country Rep trak 2011. Concluye que tenemos buena reputación para los chinos, brasileños, mexicanos, franceses y rusos; por el contrario, nuestra notoriedad es muy baja en Perú, Colombia y Chile; bajando progresivamente en Argentina y Alemania. El caso más curioso es el de nuestra relación emocional con los argentinos pues los españoles son los que más los valoran de todo el orbe, claro después de ellos mismos. Sin embargo, la reputación de España, para ellos, está en el puesto número 15 de su ranking, situándose en un 58,4 en una escala de 1 a 100. Excepcionalmente, y siguiendo el citado informe,  los países que más nos estiman, por este orden, son Puerto Rico, Rusia, Italia, Francia, Reino Unido, México, Japón Brasil, China, Perú, Canadá, Alemania, EE.UU y Argentina. 
Sin embargo, en 2011, nuestra reputación era relativamente buena, siendo similar a Reino Unido, Italia o Irlanda. Debemos destacar que nuestro perfil reputacional está destacado en atributos “blandos” como: Gente amable, estilo de vida atractivo y los relacionados con el ocio y entretenimiento. Por el contrario, es débil en atributos “duros” como: Tecnología, marcas y empresas, calidad de productos y entorno económico e inversor. Todo ello posee un impacto directo en los comportamientos tales como: país a visitar, para comprar, invertir, estudiar y vivir o trabajar. Y ello, tiene una relación muy directa con nuestra economía ya que existe una directa relación entre reputación y comportamiento de apoyo declarado; y por ende entre reputación y creación de valor económico.
¿Debemos llevar España al psicólogo para aumentar su autoestima? Parece que es urgente que empecemos a creer en nosotros mismos para posteriormente relanzar nuestra imagen externa. En 2008, en una escala entre 1 y 100, nuestra imagen se acercaba para los españoles a 85 puntos, en 2011 hemos bajado a 70. Contrariamente, nuestra reputación externa se encontraba sobre 67  puntos y bajó en 2011 a 65. Es decir, el diferencial entre la interna y la externa estaba en 15 y ahora en 4. Básicamente esta diferencia se debe, más que a la pérdida exterior a la baja autoestima que tenemos de lo español. Y siempre, parece pender el mismo elemento, nuestro pobre tejido industrial y nuestro escaso desarrollo económico en contraoposición a nuestro encanto.
Esta diferencia entra la valoración externa y la interna se basan en una serie de atributos; así, los propios españoles valoramos más que los extranjeros: nuestra naturaleza, el sistema educativo, el ocio, el estilo de vida, la simpatía y la seguridad. Y valoramos como negativo, más que los foráneos: el entorno institucional y político, el uso de los recursos, el bienestar social y el respeto internacional
 No nos debe extrañar que los miembros del G8, según el informe, recomienden a España para vivir y para visitar pero bajo ningún concepto para invertir o comprar.
Muy a pesar de los condicionamientos estructurales de origen histórico, quizá nos equivocamos cuando en la Transición política española se debatió, en círculos muy concretos, si nuestra política exterior debía situarse en la cola del león (Europa) o en la cabeza del ratón (Sudamérica). Es tarea de todos nosotros, primero defenestrar a los políticos y mercaderes cuyos intereses condicionan nuestro futuro, y después tomar éste en nuestras manos para que de una vez recobremos parte de nuestro papel real en el mundo que nos rodea.

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