Adhesión
de Marbella a la constitución de 1812
El 25 de agosto de 1812 los
franceses se retiraron de Marbella de acuerdo con un plan general de evacuación
de Andalucía. Antes de marcharse, además de centenares de actos vandálicos en
nuestra ciudad, llevaron a cabo dos de gran envergadura; la explosión del
polvorín del fuerte de San Luis y el más nefasto de ellos, la destrucción del
archivo municipal. La ciudad quedó desvastada, numerosas casas arruinadas, gran
cantidad de ciudadanos muertos, los recursos económicos incautados, los campos
y las cosechas talados, el puente Málaga destruido, las calles levantadas, la Alameda sin árboles, la
ciudad no recibía agua pues la cañería que la traía del norte la habían
destrozado los gabachos cuando fortificaron el convento de San Francisco, no
había cementerio municipal y un sin fin de cosas más. Igualmente se entró en un periodo de confrontación con
colaboracionistas y colaboradores de los franchutes. Entre los más conocidos,
José Benard, los hermanos Otal, Francisco Granados, José Escobar y un
confidente del comandante francés muy especial, el panocho José Moreno Cantero.
Poco antes, el 19 de marzo de
1812, en Cádiz fue promulgada la constitución de 1812. Si bien su vigencia, en
su primera implantación, fue corta pues fue derogada en Valencia el 4 de mayo
de 1814, debemos tener muy en cuenta de su importancia para el posterior
desarrollo constitucional de España y sobre todo para la derogación del antiguo
régimen y del absolutismo.
Es importante señalar como poco a
poco, se fueron adscribiendo a tan magna carta los diferentes pueblos de
España.
Este capítulo queda por
investigar exhaustivamente en nuestra localidad. Sin embargo, hemos encontrado una interesante reseña,
perteneciente al Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias
del día 13 de febrero de 1813, en el que tras una previa introducción de lo
acaecido en nuestro pueblo durante la permanencia de los franceses, se pasa al
momento en que es nombrado el nuevo
ayuntamiento constitucional y la adscripción del mismo al nuevo régimen, junto
a alguna anécdota interesantes que puede
ser motivadora de posteriores investigaciones.
“Señor, la ciudad de Marbella por
su ayuntamiento constitucional, después de haber prestado el homenage debido a
V. M., expone, que aunque los enemigos invadieron las Andalucías con aquel
torrente que muchos juzgaron ya fenecida la noble y virtuosa causa de los españoles,
creyó propio de su deber no someterse al tirano de Europa son agotar los
recursos de sus esfuerzos. Ni la huida de la Junta Central de
Sevilla, ni la catástrofe funesta de Málaga en su defensa, ni la noticia escasa
de Gobierno alguno existente, pudieron contener los ánimos de estos
ciudadanos para buscar cuantos arbitrios
les dictó su patriotismo de sostener el juramento que hicieron por nuestro
augusto Monarca Fernando VII, de sucumbir antes que entregarse. El castillo de
San Luis lo creyeron como baluarte inconquistable, y el apoyo de sus paredones,
más bien casa fuerte, capaz sólo de 100 hombres de guarnición, lograron ser
once meses españoles. Seis invasiones hicieron los enemigos, otros tantos
saqueos horribles, fue la espectación del mariscal Soult; las reconvenciones de
este a los generales Perimont y Rey; el parte dado al Emperador por el
escandaloso hecho de la conquista, y la nota del Monitor, son testimonio de esta verdad cuando dice: El general Rey está abriendo camino por la Fuengirola para batir
en regla el fuerte de San Luis de
Marbella. Por último, Señor el general Sebastiani, al frente de su cuarto
cuerpo, se puso en movimiento, colocó baterías, lo circunvaló en lo posible, y
su guarnición, después de una defensa rigurosa, lo abandonó sin perder un
hombre. Los horrores que sufrió esta
ciudad fueron grandes; muchos de sus vecinos muertos, su cura fusilado con los
que le acompañaban, las casas saqueadas. Los edificios arruinados, los campos
talados, y las contribuciones en su dominio inmensas, pues ala ciudad de
Marbella se la trató como conquistada por su defensa.
No lo fue, Señor; sus vecinos deseaban
sacudir el yugo, y constantes en su patriotismo, no tuvo cívicos, ni francos,
ni traidores consumados que desmintiesen su cuna; sí les sobró carácter,
firmeza y resolución. Las conquistas que diariamente les presentaba el enemigo,
eran mercenarias a sus moradores, y las irrupciones con que afligían el campo
de Gibraltar y serranía de Ronda, les confirmaban más y más en su noble empeño.
A la verdad recordaban sus primeros cimientos, y no podían menos de mirar los
tiempos en que los hijos de Pompeyo trataron de sacudir el yugo a los romanos
en este mismo país. Los últimos esfuerzos, Señor, del levantamiento de los
moriscos, fueron ahogados en su término; y no era consiguiente que los hijos de
tal madre hiciesen menos que sus ascendientes. Era imposible; recibieron malos
tratos, es verdad; se vieron libres, y hoy con gloria por los males que
sufrieron.
Los enemigos; a la tenaz
resistencia de este vecindario, construyeron obras de fortificación en el
castillo de San Luis; aspilleraron el convento de San Francisco; hicieron un
fuerte reducto; colocaron ocho piezas de grueso calibre; un gran foso con su
empalizada, todo a costa del vecindario. Con este motivo tenían una guarnición
grande, que la ciudad tenía que mantener, además de las contribuciones inmensas;
quedó en esqueleto este pueblo, y a su partida los franceses volaron los
fuertes, de suerte que estas ruinas son los testimonios mejores de nuestro
heroísmo.
Pero, Señor, parece que lo pasado
fue un humo ligero; cuando se presentó en esta ciudad del gobernador capitán
comandante de la compañía fija D. Juan Diez de Oñate con los restos gloriosos
de los que después de haberse sacrificado en defensa de la ciudad y del país,
pasaron a continuar sus hazañas en el cuarto ejército, un nuevo ser tuvieron
estos moradores; el regocijo atropellaba los más sagrados respetos, y mucho más
cuando el gobernador Oñate les hico conocer su nueva regeneración en la Constitución.
Carecía de ejemplares, pues no los había aún de oficio, y
solo con el que tenía se dispuso inmediatamente su publicación. Para efectuarlo
apartó los municipales, y se entregó el mando a los regidores antiguos,
haciendo de corregidor D. Alonso Roldán, decano del ayuntamiento; y hecha la
publicación con el orden prevenido, con asistencia del clero y su vicario D.
José Martín, el gobernador D. Juan Diez de Oñate, se pasó a elegir el
ayuntamiento constitucional, en esta forma: alcalde de primer voto, el doctor
D. Manuel Martínez; de segundo, D. Gaspar de Fuentes: regidores, D. Juan
Molina, D. Pedro Reyes, D. Benito López, D. Martín Cerban, D. Juan de Mesa, D.
Cristóbal del Moral, D. Juan Valderrama; y de síndicos, D. Pedro Burell, D.
Francisco Lara: secretario, D. Alejandro Manuel Aguado.
El ayuntamiento constitucional
colocó la rápida en la plaza, dando la piedra del capitán comandante D. Juan
Diez de Oñate, hizo cuanto regocijos fueron propios en la celebración de tan
grande día, y todas las clases acudieron a porfía a dar las gracias el Dios de
los ejércitos que tan grande regeneración les proporcionó. Así, Señor, se ha
conducido la cuidad de Marbella; y aunque en sus principios lo expuso a V.M.,
ignora si tal escrito habrá padecido extravío; y como este ayuntamiento
constitucional desea tener parte en felicitar a V.M., el juez de primera
instancia D. Antonio García de la
Puente ha vuelto a invitar para que se repita a V.M. y no
queden oscurecidos los servicios de esta noble y muy leal ciudad.
Dios guarde a V.M. muchos años.
Marbella 28 de Enero de 1813. Manuel Martínez, alcalde constitucional, etc.
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1 comentario:
Muy buenooo!!!!
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