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martes, 12 de junio de 2012

Adhesión de Marbella a la constitución de 1812. Andrés García Baena.


Adhesión de Marbella a la constitución de 1812


El 25 de agosto de 1812 los franceses se retiraron de Marbella de acuerdo con un plan general de evacuación de Andalucía. Antes de marcharse, además de centenares de actos vandálicos en nuestra ciudad, llevaron a cabo dos de gran envergadura; la explosión del polvorín del fuerte de San Luis y el más nefasto de ellos, la destrucción del archivo municipal. La ciudad quedó desvastada, numerosas casas arruinadas, gran cantidad de ciudadanos muertos, los recursos económicos incautados, los campos y las cosechas talados, el puente Málaga destruido, las calles levantadas, la Alameda sin árboles, la ciudad no recibía agua pues la cañería que la traía del norte la habían destrozado los gabachos cuando fortificaron el convento de San Francisco, no había cementerio municipal y un sin fin de cosas más. Igualmente se  entró en un periodo de confrontación con colaboracionistas y colaboradores de los franchutes. Entre los más conocidos, José Benard, los hermanos Otal, Francisco Granados, José Escobar y un confidente del comandante francés muy especial, el panocho José Moreno Cantero.
Poco antes, el 19 de marzo de 1812, en Cádiz fue promulgada la constitución de 1812. Si bien su vigencia, en su primera implantación, fue corta pues fue derogada en Valencia el 4 de mayo de 1814, debemos tener muy en cuenta de su importancia para el posterior desarrollo constitucional de España y sobre todo para la derogación del antiguo régimen y del absolutismo.
Es importante señalar como poco a poco, se fueron adscribiendo a tan magna carta los diferentes pueblos de España.
Este capítulo queda por investigar exhaustivamente en nuestra localidad. Sin embargo, hemos  encontrado una interesante reseña, perteneciente al Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias del día 13 de febrero de 1813, en el que tras una previa introducción de lo acaecido en nuestro pueblo durante la permanencia de los franceses, se pasa al momento en que es nombrado el  nuevo ayuntamiento constitucional y la adscripción del mismo al nuevo régimen, junto a alguna anécdota  interesantes que puede ser motivadora de posteriores investigaciones.
“Señor, la ciudad de Marbella por su ayuntamiento constitucional, después de haber prestado el homenage debido a V. M., expone, que aunque los enemigos invadieron las Andalucías con aquel torrente que muchos juzgaron ya fenecida la noble y virtuosa causa de los españoles, creyó propio de su deber no someterse al tirano de Europa son agotar los recursos de sus esfuerzos. Ni la huida de la Junta Central de Sevilla, ni la catástrofe funesta de Málaga en su defensa, ni la noticia escasa de Gobierno alguno existente, pudieron contener los ánimos de estos ciudadanos  para buscar cuantos arbitrios les dictó su patriotismo de sostener el juramento que hicieron por nuestro augusto Monarca Fernando VII, de sucumbir antes que entregarse. El castillo de San Luis lo creyeron como baluarte inconquistable, y el apoyo de sus paredones, más bien casa fuerte, capaz sólo de 100 hombres de guarnición, lograron ser once meses españoles. Seis invasiones hicieron los enemigos, otros tantos saqueos horribles, fue la espectación del mariscal Soult; las reconvenciones de este a los generales Perimont y Rey; el parte dado al Emperador por el escandaloso hecho de la conquista, y la nota del Monitor, son testimonio de esta verdad cuando dice: El general Rey está abriendo camino por la Fuengirola para batir en  regla el fuerte de San Luis de Marbella. Por último, Señor el general Sebastiani, al frente de su cuarto cuerpo, se puso en movimiento, colocó baterías, lo circunvaló en lo posible, y su guarnición, después de una defensa rigurosa, lo abandonó sin perder un hombre. Los horrores  que sufrió esta ciudad fueron grandes; muchos de sus vecinos muertos, su cura fusilado con los que le acompañaban, las casas saqueadas. Los edificios arruinados, los campos talados, y las contribuciones en su dominio inmensas, pues ala ciudad de Marbella se la trató como conquistada por su defensa.
No lo fue, Señor; sus vecinos deseaban sacudir el yugo, y constantes en su patriotismo, no tuvo cívicos, ni francos, ni traidores consumados que desmintiesen su cuna; sí les sobró carácter, firmeza y resolución. Las conquistas que diariamente les presentaba el enemigo, eran mercenarias a sus moradores, y las irrupciones con que afligían el campo de Gibraltar y serranía de Ronda, les confirmaban más y más en su noble empeño. A la verdad recordaban sus primeros cimientos, y no podían menos de mirar los tiempos en que los hijos de Pompeyo trataron de sacudir el yugo a los romanos en este mismo país. Los últimos esfuerzos, Señor, del levantamiento de los moriscos, fueron ahogados en su término; y no era consiguiente que los hijos de tal madre hiciesen menos que sus ascendientes. Era imposible; recibieron malos tratos, es verdad; se vieron libres, y hoy con gloria por los males que sufrieron.
Los enemigos; a la tenaz resistencia de este vecindario, construyeron obras de fortificación en el castillo de San Luis; aspilleraron el convento de San Francisco; hicieron un fuerte reducto; colocaron ocho piezas de grueso calibre; un gran foso con su empalizada, todo a costa del vecindario. Con este motivo tenían una guarnición grande, que la ciudad tenía que mantener, además de las contribuciones inmensas; quedó en esqueleto este pueblo, y a su partida los franceses volaron los fuertes, de suerte que estas ruinas son los testimonios mejores de nuestro heroísmo.
Pero, Señor, parece que lo pasado fue un humo ligero; cuando se presentó en esta ciudad del gobernador capitán comandante de la compañía fija D. Juan Diez de Oñate con los restos gloriosos de los que después de haberse sacrificado en defensa de la ciudad y del país, pasaron a continuar sus hazañas en el cuarto ejército, un nuevo ser tuvieron estos moradores; el regocijo atropellaba los más sagrados respetos, y mucho más cuando el gobernador Oñate les hico conocer su nueva regeneración en la Constitución. Carecía de ejemplares, pues no los había aún de oficio, y solo con el que tenía se dispuso inmediatamente su publicación. Para efectuarlo apartó los municipales, y se entregó el mando a los regidores antiguos, haciendo de corregidor D. Alonso Roldán, decano del ayuntamiento; y hecha la publicación con el orden prevenido, con asistencia del clero y su vicario D. José Martín, el gobernador D. Juan Diez de Oñate, se pasó a elegir el ayuntamiento constitucional, en esta forma: alcalde de primer voto, el doctor D. Manuel Martínez; de segundo, D. Gaspar de Fuentes: regidores, D. Juan Molina, D. Pedro Reyes, D. Benito López, D. Martín Cerban, D. Juan de Mesa, D. Cristóbal del Moral, D. Juan Valderrama; y de síndicos, D. Pedro Burell, D. Francisco Lara: secretario, D. Alejandro Manuel Aguado.
El ayuntamiento constitucional colocó la rápida en la plaza, dando la piedra del capitán comandante D. Juan Diez de Oñate, hizo cuanto regocijos fueron propios en la celebración de tan grande día, y todas las clases acudieron a porfía a dar las gracias el Dios de los ejércitos que tan grande regeneración les proporcionó. Así, Señor, se ha conducido la cuidad de Marbella; y aunque en sus principios lo expuso a V.M., ignora si tal escrito habrá padecido extravío; y como este ayuntamiento constitucional desea tener parte en felicitar a V.M., el juez de primera instancia D. Antonio García de la Puente ha vuelto a invitar para que se repita a V.M. y no queden oscurecidos los servicios de esta noble y muy leal ciudad.
Dios guarde a V.M. muchos años. Marbella 28 de Enero de 1813. Manuel Martínez, alcalde constitucional, etc.
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