Al teatro, a Auxi Tapia y a los actores
y actrices de Marbella. A vuela pluma y sin corregir.
Trabajar Ad honorem, esto es lo que han hecho y hacen numerosos actores y actrices
del mundo del teatro en Marbella. Recientemente, y casi semanalmente, en una
pequeña sala del bar La Polaca, Marga y el experimentado actor Alfonso “El
Correo”, nos representaron para diez personas un gran fragmento de la
conmovedora obra de Tenesse Willians, Háblame
como la lluvia y déjame escuchar. En este caso dirigida por Auxi Tapia y
por Pedro Domínguez. Y lo más curioso y sensato es que lo suelen repetir
semanalmente si alguien se lo solicita.
La obra, que no tiene parangón, te desgarra
por dentro y por fuera llevándote a un paroxismo en el que la lluvia, en este
caso no muy presente por razones obvias, no se sabe muy bien si simboliza las
lágrimas o la monótona y psicótica vida de los personajes. Pero no es de ella
de lo que deseo hablar; si no de un grupo de personas que a mí me producen
buenísimas vibraciones y que hacen que me sienta acorde con una manera de
pensar que engancha y se imbrica con lo que desde la modernidad se ha dado en
llamar progreso, progresistas y posteriormene izquierdista, si bien este
término está hoy en día enmierdado por los autoproclamados políticos de izquierdas
y por toda una caterva de buscavidas, pseudoagitadores y pancartistas.
No pretendo hacer un canto a la
filantropía, ni menospreciar la profesión de actor o actriz, pero sí apreciar
que trabajar ad honoren, sin esperar
recompensa en el más allá ni en un futuro económico, ni en un puesto de trabajo;
es lo más cercano a la condición de filosofo y por ende de prosopom y lo más adyacente al concepto roussoniano de hombre bueno
por naturaleza.
Los griegos antiguos denominaban “ocio
útil” o “tiempo libre útil” al aprovechado en producir obras que no tienen una
finalidad económica pero que sí sirven para dar un sentido a la vida. Y es que
cumplir con la sociedad, promover el desarrollo de la inteligencia humana y
fomentar lo que históricamente se ha venido a llamar como “espiritualidad” es
actuar con causa superior en un mundo lleno de vulgaridad y de materialismo.
Además, personalmente, cuando se va al teatro o al cine, se entra en un espacio
en el que se desconecta de la cotidianidad y pasamos a otro en el que vemos
nuestros propios problemas representados e interpretados enfrentándonos a nosotros
mismos, a nuestros fantasmas,
librándonos de nuestras propias tragedias. En este sentido el teatro desencaja,
punza, sensibiliza, libera y nos hace ver lo ridícula que resulta la vida
cuando ésta se trivializa y la convertimos en un mero subsistir teniendo a
nuestro alcance la creatividad, la heterogeneidad, el contacto y la belleza Esto ocurre cuando se va al Teatro o al Cine
con mayúscula. Pero no es el teatro, son las personas las que poseen esta
capacidad transformadora, el teatro y el cine proponen e interrogan; y deben
hacerlo con dignidad, con inteligencia con creatividad. Cuántas obras nos hemos
tragado nuestra generación de espectáculos panfletarios, adoctrinadores y
alienantes que había que tragárselo porque eran de tal o cual personaje que
confluía con las supuestas ideas de progreso propuestas por las cúpulas dirigentes.
En los orígenes, el teatro sirvió
como espacio para exponer los sentimientos, en este sentido puede identificarse
como un ritual pseudo-religioso. Posteriormente se acuñó el término de catarsis
(Katharsis, en griego) en el sentido
de la purificación que sufre el espectador tras el proceso de identificación.
No pretendo tampoco reflexionar
mucho más sobre el teatro pues lo único que deseo es agradecer públicamente a
una serie de personas de Marbella, todas ellas vinculadas con el teatro, porque
desde hace muchos años han actuado para mí y para muchos otros, me han ayudado
a superarme, a no enfermar, a mantenerme cerca de los seres humanos y a la vez,
de vez en cuando, he tomado copas con ellos, menos de las que hubiera deseado,
habiéndome beneficiado también de su calidez humana. Pido disculpas a los
muchos que no cito pero deben saber que los reconozco como seres humanos dignos
y libres porque su trabajo los ha dignificado. Entre todos ellos, debo pedir un
fuerte aplauso para Auxi Tapia porque ella ha sido la señora de todos ellos y
por su saber han pasado centenares de aprendices de vida y teatro. A Victoria
Mora, a la que últimamente veo poco pero que sé positivamente que está actuando.
A Alfonso “El Correo” porque siempre me hace vibrar. A Jose Prieto porque actúa
hasta cuando no actúa. A Mercedes Carrillo por su capacidad para divulgar. A Esteban
Casado por su militancia. A Aníal Soto, Pedro Domínguez, Inma “La Bruja” y a
tantos otros...
Todos saben que fue Tespis quien,
en el siglo VI antes de nuestra Era, introdujo la creación del actor separado
del coro surgiendo así los diálogos y el protagonista, y que, también se le
atribuye la idea de servirse de una
máscara. Sin embargo, no inventó los coturnos o zapatos de madera con alza que
servían para destacar y realzar el personaje sobre el coro.
Todo pensado, desde hace miles de
años, para servir a los demás, no hay vida sin el sentido del bien de todos.
Vivir con y para los otros. Quien no mira de esta manera traiciona a la
condición humana por muchos besos, palabras radicales y palabras bonitas te
diga; y sí uno lo sabe y acepta a personas así, pertenece a las fuerzas de la
reacción vote a quien vote. Cree más en las palabras que se dicen en los
escenarios y cree menos en las que se te dicen en el mundo real, pues las
primeras no se dicen con interés y las segundas suelen tenerlo.
Un aplauso para los actores de
Marbella y un reconocimiento por sus actuaciones ad honorem. Ojalá tanta energía fuese reconocida también económicamente
algún día. Quizá cuando seamos distintos.
Andrés García Baena.
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