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miércoles, 2 de febrero de 2011

HACIA DONDE DEBE IR LA EDUCACIÓN

QUO VADIS EDUCACIÓN.
Hay una imagen muy esclarecedora del concepto de educación y de un aula, que por desgracia aún pervive. Consiste ésta en imaginar la barra de un bar en la que se acodan 15 o 20 parroquianos consumiendo cerveza, y un tabernero que va llenando los vasos del grifo según criterios personales. El tabernero podría identificarse con el maestro o profesor que va llenando las copas, que pueden ser el cerebro, de conocimientos que sería la cerveza; a unos clientes que serían los alumnos. Este retrato del docente como portador y distribuidor de los conocimientos que los trasvasa desde su propia tinaja a la del alumno no es nuevo, pertenece al siglo XIX pero es el que se sigue aplicando en numerosos centros, de primaria, secundaria y universitarios, a través del proceso explicación del tema, ejercicios y examen o evaluación Ni que decir tiene que para un alumnado que domina los ordenadores mejor que la mayoría del profesorado resulta obsoleto e inadecuado, además de inútil para una sociedad actual de la información. Paulo Freire ya denunció está práctica que equipara al alumno con una jarra a la que hay que llenar de nociones y conocimientos al margen de la aplicación de los mismo y que obvia a los mecanismos sociales. Bien es verdad, que en España al menos, hasta el último tercio del siglo XX, en las zonas rurales y en, menor medida, las urbanas, el maestro era prácticamente el único que tenía conocimientos en medio de una población con porcentajes de analfabetismo muy cercanos al 80 por ciento; por lo tanto su consideración social era bastante más que estimable, y su rol estaba entre los cinco primeros más importantes. De igual manera, el concepto de analfabeto y los objetivos de la Educación se han ido transformando a lo largo del tiempo; así con la aparición de la escritura la alfabetización perseguía para las personas la consecución del poder de codificar y descodificar textos, es decir leer y escribir. Posteriormente se amplio el concepto a la posibilidad de reconstruir el significado iniciándose los procesos de alfabetización funcional y ahora ya se viene ampliando la idea y hablando de analfabeto virtual, para referirse a la persona que no se desenvuelve con las computadoras ni en la red. En consonancia con lo descrito, no cabe duda que los sistemas educativos iniciados en el siglo XIX partían de un aprendizaje memorístico impartido, en pos de la transmisión de la tradición, por el poder absoluto del maestro que perseguía junto a otros instrumento muy básicos, la consecución de la oratoria y de la retórica y la trasmisión lineal del conocimiento. A principios del siglo XX, las nuevas corrientes progresistas favorecieron la interacción de profesores y alumnos y los materiales pasan de ser memorizados a elaborados por los discentes. Fruto de la nueva filosofía de la Educación, los objetivos se enmarcaban en la consecución de conocimientos, destrezas e instrumentos para actuar en la nueva sociedad. Fue con el amplio desarrollo de la tecnología, a mediados del XX, cuando el enfoque tecnológico cobró realmente fuerza y se comenzó a hablar de competencias para la ciudadanía activa y de preparación para la participación en la sociedad. Realmente todo llegaba a nuestro país treinta años tarde y numerosos enseñantes de nuestra generación, como efecto pendular del autoritarismo del franquismo, empezó, a través de la impregnación con los movimientos de renovación pedagógica, a tener como colegas al alumnado y a priorizar en el aula, cuestiones realmente menos importantes y superadas, secundarias para las sociedades colindantes y los países de nuestro entorno, sobre todo frente a la formación en competencias que ya se estaba aplicando y desarrollando en Europa. En los últimos años hemos asistido a un hecho sin precedentes en nuestro país y es que la administración pública, por primera vez, va por delante de los docentes en cuanto a los procesos metodológicos y pedagógicos. Digamos que los teóricos han cumplido, pero que ¡Lastima que su aplicación política haya sido lamentable! Los informes cantan cuán funestos hemos sido todos y nos encontramos con unos hechos más que considerables como son que en Europa el abandono prematuro del sistema escolar es inferior al 15 por ciento frente a un 32 en España y un 40 en Andalucía. Ya la estrategia de Lisboa aspiraba para 2010 que el 80 por ciento de los europeos tuvieran titulación básica, en España nos hemos quedado en el 65 por ciento. Igualmente, otro de los objetivos era que, para el mismo año, el porcentaje de mayores de 15 años con dificultades en la lectura se redujera un 20 por ciento, y en España no sólo no ha descendido sino que se ha incrementado un 10 por ciento. Para colmo de males, recientemente ha aparecido el informe Pisa con unos nefastos resultados para Andalucía, cuya trascendencia, ha quedado eclipsada por el terrible problema de los controladores aéreos. Cada país tiene lo que se merece; y es que increíblemente es como si el problema de que un millón de jóvenes andaluces esté por debajo, en los aspectos científicos, de Portugal y Grecia, países bastante lejanos a España en PIB, tuviera una poquilla importancia, frente al bloqueo de las vacaciones de unos 50.000 compatriotas gracias a los controladores aéreos. Pero realmente, al margen de la nefasta gestión de nuestros políticos después de 30 años en el poder, éste no es el motivo de nuestra misiva, sino la voluntad de que redefinamos y propongamos colectivamente cuál debe ser el papel del maestro y del profesor en la actualidad, pues gran parte de los problemas radican ahí. Las autoridades han formulado numerosas proposiciones de carácter teórico, entre las que cabe resaltar : la contextualizar de la enseñanza, el cambio las estructuras curriculares, trabajar por proyectos, la generalización de las competencia como factor a desarrollar; pero paralelamente, algunos lumbreras las han hecho acompañar de otras de carácter netamente sociopolítico, auspiciadas por los dos grandes instituciones sindicales que beben del poder, que han desmotivado al profesorado a la vez que se han vista faltos de reconocimiento social. Algunas de ellas han sido: acoplar el perfeccionamiento a las retribuciones, dividir el profesorado y los centros en base, a cobrar unos tres mil euros unos más que otros, de acuerdo a no se sabe muy bien que tipo de papeleo rellenen y poco más. Es decir, un profesorado dividido, no reconocido, enfrentado en decenas de jerarquías y situaciones administrativas. El administrador hace todo lo contrario de lo que predica, pues pide que el nuevo papel del profesor, en este contexto en el que la información es lo único que sobra, se dedique a animar, proponer, dinamizar como tarea primordial. Labores tan necesarias tanto del político como del enseñante; por lo que ha dejado, esta nefasta administración, la posibilidad de liderar un serio proyecto refrendado por el profesorado al frente del cual se sitúen personas realmente comprometidas con la educación y no políticos de tres al cuarto preocupados más por la supervivencia del partido y por su posición en las futuras listas que por la dialéctica histórica y el progreso social. Así pretenden engañarnos cuando, en unas hábiles interpretaciones de los informes internacionales, hablan de que progresamos cuando la realidad no es exactamente así. Por otro lado, algunos colegas, generalmente relacionados con algunos sindicatos, reivindican el aumento del porcentaje del PIB invertido en la educación y sin embargo el reciente informe Pisa parece evidenciar la escasa correlación entre la inversión y los resultados. Así, España ocupa el número 17 en el ranking de inversión y nuestros resultados, en cuanto a capacidad de lectura, se encuentran por debajo del 27. Es evidente que hay una serie de mecanismos que se nos escapan y que se tratan de justificar por la nula autodisciplina y el nulo espíritu de sacrificio de nuestros jóvenes. Y yo me atrevería a decir que un profesorado joven, motivado y con los objetivos muy claros, son la base de un sistema educativo en cualquier época. Por ello, a los docentes hay que pedirle, que en la medida de lo posible se reinventen cada día, que se cuestionen, que investiguen sobre cómo enseñar competencias, que suelten de vez en cuando la tiza y que si no sabe cómo hacerlo que pregunten cuando terminen el curso de formación para cobrar los sexenios, que se reúnan, al margen de las instituciones costosas y burocratizadas, como hace tiempo se hizo para saber qué se espera de nosotros en la sociedad actual. Y sobre todo, que nunca olviden la dimensión ética de la profesión pues la degradación de la misma en esta época y la ausencia de compromiso personal, de ciertos profesionales o trabajadores de la enseñanza, no ha tenido precedentes desde que en el Mundo hay maestros. La verdad es que: “Entre todos la mataron y ella sola se murió”.
Andrés García Baena.

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