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sábado, 12 de febrero de 2011

LA CONQUISTA DEL FUERTE DE SAN LUIS DE MARBELLA. 1810. Andrés García Baena.

Ha sido con la celebración de los doscientos años del comienzo de la Guerra cuando han proliferado en mayor grado, si cabe, las publicaciones y las conmemoraciones de este parte de la Historia de España como nación. Con el convencimiento de que este fenómeno, en cualquier país de nuestro entorno, hubiera sido rememorado hasta la saciedad, divulgamos un episodio histórico-militar de la Historia local de Marbella, ocurrido hace exactamente hoy  dos siglos,  y cuya importancia radica en varios elementos. En primer lugar supuso un episodio épico, en el sentido de que un puñado de españoles, con la ayuda de ciertos navíos británicos, cuyas fuerzas en conjunto no superaban los trescientos individuos, se enfrentaron en clara desventaja a tropas del ejército de Napoleón, el mejor del momento, que  sextuplicaba sus fuerzas en el sector geográfico de nuestro interés además de ser el mejor armado de la época. En segundo lugar, porque el hecho frenó el avance de las tropas en la zona durante cerca de ocho meses. Y por último, porque se distrajeron tropas de infantería y de caballería de otros frentes, junto a otros recursos militares, obligando a emplear artillería pesada que en esos momentos tenía que haber sido usada en otros lugares  de gran importancia estratégica. El hecho gira en torno a un pequeño y débil baluarte de nuestro interés llamado el Castillo de San Luis de Marbella. Éste forma parte de una serie de fortificaciones, que proliferaban por todo el litoral andaluz y que surgieron tras el replanteamiento de la defensa costera, a comienzos del siglo XVIII, tras la ocupación de Gibraltar por los británicos. El sistema fue realmente eficaz durante la segunda mitad del XVIII. Sus antecedentes hay que buscarlos en la antigüedad más remota y su auge hay que situarlo en el periodo andalusí en el que el jalonamiento de la costa mediterránea con torres almenaras y puertos militares con sede de la armada, supuso un elemento disuasorio de gran importancia frente al califato fatimí y otras incursiones. Igualmente en el reinado de los Austrias mayores, Carlos I y Felipe II, se consolidó y perfeccionó.
Lo relevante de lo narrado radica en que los franceses asediaron el baluarte en cinco ocasiones, durante siete meses, sin poder tomarlo ni destruirlo hasta la quinta ocasión en la que tuvo que personarse el propio General Sebastiani con numerosa artillería del 24, artillería pesada del momento, conformándose, por lo tanto, una gesta épica en torno a lo acaecido. La larga resistencia permitió que la Serranía de Ronda siguiera, durante bastante tiempo, conectada con el litoral a través del Puerto de Ojén e igualmente el Campo de Gibraltar, Cádiz y la Isla pudieron seguir enlazados por la costa con la zona Oriental de Andalucía.
Perteneció, el baluarte, a la Comandancia General del Campo de Gibraltar que se constituyó después de la conquista gibraltareña. Estas fortificaciones fueron planificadas y edificadas por un recién formado cuerpo de ingenieros militares, cuya encomienda principal fue la guarda y custodia de estos elementos y, que tuvieron una labor imprescindible en la también llamada Guerra del Francés. Tras la guerra de la Independencia se destruyeron la mayor parte de las fortificaciones de la costa, siendo voladas y desartilladas. En la zona inmediata al Campo de Gibraltar, nuestros aliados, los ingleses cuidaron mucho de entorpecer el intento de reedificación de las mismas con el objeto de impedir futuros bloqueos de esta plaza. 
Podemos afirmar que la llamada guerra de la Independencia, de alguna manera, fue una encubierta guerra civil entre dos bandos de españoles apoyados por potencias extranjeras en el que se jugaba el modelo socio-político que debía imponerse en España a principios del XIX.
En cuanto al número de efectivos el bando español estuvo constituido por unos 190.000 españoles y la ayuda de unos 60.000 anglo-portugueses. En frente estaban unos 400.000 franceses en el momento más álgido. En definitiva un pequeño, mal preparado y descoordinado ejército aunque conocedor del espacio frente a una máquina bélica muy disciplinada y de gran experiencia.
Cuatro disparos cada tres minutos y cada uno de ellos después de 14 operaciones en las que había que ayudarse de una baqueta, así funcionaba el fusil de pedernal y de avancarga con cartuchos de papel. Tan imperfecta era la trayectoria que para ser realmente efectivo había que hacer la descarga en grupo para asegurar algunos impactos. Así eran los fusiles españoles el modelo 1801, el británico Land Pattern y el francés Charleville An IX.  En cuanto a la artillería estuvo en vigor durante la contienda la Ordenanza de 1783. Se basaba en el método propuesto por los franceses basado en el nuevo sistema del General Gribeauval, éste argumentó que el existente hasta el momento denominado la Valliére no era adecuado para campaña en España. Debido a la influencia de D. Tomás de Morla  el sistema de Gribeauval fué declarado reglamentario por la ordenanza citada, comprendiendo: cañones de a 24 y de a 16 para Plaza y Sitio, Los cañones largos se empleaban para Plaza y los cortos para Batalla. También obuses de 9 y de 7 pulgadas.
Las tropas reales que combatían en nuestra zona estaban bastante desasistidas y harapientas, así afirma Pedro Cortés desde Ubrique al General Francisco Javier Abadía:
“no se oculta el estado deplorable en que se halla la compañía de infantería de Estepona y también la de Marbella por carecer absolutamente sus individuos de las prendas de vestuario, parte de su armamento y adeudárseles cantidades de su haber.
El 19 enero de 1810 comienza la expedición francesa a Andalucía. Tras derrotar el último gran ejército español en Ocaña, José Bonaparte, deseoso de hacer méritos ante Napoleón ordena la invasión de Andalucía. Ésta fue planificada por el Mariscal Soult; las tropas que intervendrán suman 55.000 hombres, al mando de los mariscales Victor, Sebastiani y Morthier. El 5 febrero de 1810 se tomó Málaga por parte de Sebastiani  al mando de 5.500 soldados y 3.000 jinetes y el 12 de octubre de 1810 se llevó a cabo la defensa de Fuengirola.
En los nueve meses que transcurrieron entre la entrada en Málaga y la toma de Fuengirola se sucedieron en Marbella gran parte de los hechos narramos.
Es muy probable que en febrero ya hubieran llegado franceses a Marbella, sin embargo el 17 de mayo, con motivo de haber amenazado el fuerte en cuestión, se destinó por orden del General Valdenebro al Brigadier Francisco González Peinado. Fue el 2 de junio a las doce de la noche cuando penetraron en Marbella. Ese mismo día partió de Estepona “una partida de patriotas” para socorrer el Castillo de San Luis. El 3 del mismo mes Valdenebro comunica al Comandante General del Campo de Gibraltar se les suministre municiones y dinero “por estar todos en la misería”. Ese mismo día el Comandante del fuerte Ceballos envía un parte en el que precisa que: “a las once de la noche del día primero próximo pasado, me avisaron de que los enemigos se hallaban en Monda (…) serían las siete de la mañana de ayer cuando se me aseguró haberlos visto en otro pueblo y a una  avanzada que tenían en Ojén (…) al instante reuní la tropa y me situé en las alturas de encima del Trapiche y observé que la avanzada se replegaba  haciendo un vivo fuego a reunirse conmigo; luego que se verificó la repartí con otras de igual fuerza en las alturas ventajosas desde las que estuvieron tiroteando y conteniendo al enemigo largo rato sin que pudieran desalojarnos (…) les obligamos a ponerse a tiro del cañón del Fuerte de San Luis; a las doce de la noche se retiraron con dirección a Mijas. Sus fuerzas según he calculado serían mil hombres y cien caballos”.
El 10 de julio, en la fortificación, se celebró Consejo de Guerra contra el Brigadier Ambrosio de la Cuadra próximo a este fortín don Felipe Prieto procedente de Torremolinos, con siete quintales y una arroba de galleta y estando muy escaso el castillo, a la menor insinuación se prestó gustoso a dejarla. Habiendo tenido también que socorrer al cañonero y a otro barco inglés con un quintal: cuyos dos barcos defendían el castillo por sus dos flancos pues  se hallaba atacado desde las cinco de la tarde. El 12 de julio, mediante una carta el Gobernador del Fuerte de San Luis, Francisco González  da cuenta, al General Abadía, de de una acción sostenida: “A las 4 de la tarde los enemigos se encajaron encima sin dar más que media hora de tiempo por causa de la falta de una gran guardia de caballería la que he pedido a Lacy, repetidas veces (…) le mandé a Valdivia que con las compañías de Estepona, Marbella y una porción de dispersos de la División Lacy se subiese al Ingenio y estableciese en sus inmediaciones las guerrillas, en la espalda cercana del mismo edificio. Por encima de ésta hay otra más eminente en la que finaliza la cordillera, en donde encargué pusiese su reserva lo que ejecutó muy puntual. En este castillo se dieron las disposiciones siguientes, salieron dos guerrillas al mando de dos oficiales, y se establecieron la 1ª sobre el flanco derecho bien avanzada, detrás de una cordillera de pitas y protegida en caso de retirada por la playa; la otra, sobre la izquierda, oculta por una gran arboleda; por delante de ella con tres o cuatro caballos salió el valiente y poco ponderado Cevallos, que se lisonjeaba mi corazón de ver su arrojo, aunque después le eché una buena pelusa, pues se expuso demasiado y mató a un oficial de caballería. Yo me metí en un barco que monta un obús, y con él, y otro mismo inglés, que tiene a bordo dos cañones de a cuatro, me dirigí a esperar al enemigo que bajaba por la playa a quien le rompí el fuego arrimándome a tierra todo lo posible, y les hice variar su posición. Después dieron la vuelta por unas pequeñas alturas, y atacaron a las guerrillas de Cevallos, las que lo recibieron con la mayor serenidad y se trabó un furioso tiroteo, que duró hasta ponerse el sol, dando tiempo a que  se salvase el pan que había en los hornos, y mucha gente que salía del pueblo a la montaña, a esta se dirigió otra columna que fue muy bien recibida por Valdivia, y se trabó un fuego infernal. A la media hora de esta contienda se oyó otro caracol, y enseguida se desplomaron por  el flanco derecho de los enemigos como unos doscientos paisanos de Ojén, y pueblos inmediatos, quienes emprendieron un tiroteo terrible, con lo que se animaron las tropas de Valdivia, y aunque quiso sostenerse, el enemigo tuvo que bajar al llano de la ciudad”. Ese mismo día, el Gobernador del Castillo de San Luis, Rafael Ceballos, solicita ayuda al General Abadía en estos términos: “Destituido de todo auxilio humano quedo en este fuerte memorable, escaso de víveres y municiones sin haber encontrado jefe que permanezca en mi ayuda dentro ni fuera de él, ni que se haya hecho cargo de participar al Gobierno, ni a nuestros caros aliados los ingleses, mi comprometida situación; ninguno resuelve sobre mi defensa”. El 14 vuelve a insistir: “Aquí se carece de todo como tengo manifestado, y si no fuera por los barcos malagueños se pasaría peor. Estos pobres hombres, sin la menor violencia, entregan lo que llevan para la plaza. Pedro Ros me ha suministrado veintidós arrobas de vino y siete quintales de galleta. Luis Montera sesenta panes de a dos libras. Pólvora nos está haciendo falta, metralla de a 24 y de a 8. Cartuchería de a 24 y de a 8. Granadas de mano que no hay ninguna, ni de siete pulgadas y con éstas estamos incomodando mucho al enemigo”. El 20 de julio Lacy, desde el cuartel general en San Roque, escribió a Ceballos expresándole su alegría por la retirada de la división francesa del general Rey, que sitiaba Marbella. Le solicita un parte detallado de lo acaecido y el nombre de los militares que se han distinguido. A finales de agosto, concretamente el 30, después de misa, se reunió en el consistorio a los más pudientes de Marbella con el objeto de que aportaran fondos. Un arriero llegó de pronto con el mensaje de que se dirigían a Marbella cerca de 6000 franceses. Las tropas de Espronceda se embarcaron y otras huyeron a pie. Igualmente, la población de Marbella se dispersó entre Coín y Alozaina y en las montañas más cercanas. El 28 y 29 de septiembre Rafael Ceballos realiza otra salida del fuerte contra los sitiadores a pesar de doblarles en número. El 3 de diciembre, el General Sebastiani, Jefe de las tropas francesas en Málaga, se presentó en Marbella dispuesto a acabar con la resistencia del Fuerte de San Luis. Dejaron sus puestos nuestras partidas y  se apostaron en las calles y plazas de la ciudad, desde donde  hirieron a muchos y mataron a más de veinte sin padecer ellas, la menor desgracia.  El 4 por la mañana continuó el fuego de cañones sobre el fuerte y los navíos y abundantes disparos de fusilería desde las casas y torres de la ciudad. A las nueve, comentó Ceballos: “quedaron los enemigos en una suspensión grande por lo que dispuse saliesen del fuerte tres pequeñas partidas de guerrillas para observarlos e impedirles tomasen posesión de los almacenes, divisaron éstas al enemigo que se hallaba en el Calvario y empezaron a hacerles fuego con un valor excesivo, e intervinieron algunos de nuestros soldados introduciendo en este castillo carbón, higos y otros efectos”. pues éste se presentó el 9 y  se le pidió ayuda y embarcó en la zona con 1500 hombres, queriendo llevarse al obusero San Antonio, que se había destacado para la defensa del fuerte. La falta de vituallas y munición era desesperante. Ese mismo día pasó
El seis del mismo mes se divisó que los enemigos conducían artillería de grueso calibre, pues de sólo una pieza, tiraban nueve yuntas de bueyes; por lo que previniendo que intentasen asaltar los enemigos la fortaleza, se dispuso que se embarcasen todos los paisanos y mujeres que se hallaban en la misma. El jefe de la plaza, leyó la siguiente proclama a la tropa y oficialidad: “Soldados y valiente guarnición que encierra esta fortaleza. Nada debe influir en vosotros su estruendo, vuestro valor es admirado de todas las gentes, y mi ejemplo os hará vencer cuantos peligros se presenten; acordaos de cuando os defendisteis sin cañones, sin repuesto de víveres, bayonetas ni ningún artificio de defensa, teniendo a vuestra vista las escalas con que intentaron asaltarnos. No busquéis otra salida que la muerte de los que tratan de darla a unos héroes como vosotros, tened entendido que ningún cobarde debe habitar una fortaleza que va acreditar a nuestro soberano y señor Don Fernando VII, a nuestra idolatrada Patria y al mundo. Que sus defensores son fieles valientes y virtuosos, no se oiga entre vosotros otra opinión que ésta, ni otra voz que vencer o morir. Cantad conmigo en las mayores calamidades estas canciones patrióticas, que elevan nuestro corazón a la victoria, sin olvidar que sois cristianos y que tenéis obligación de dar vuestra existencia por la religión que profesamos por la cual nos batimos”.
Al siguiente día continuó el intenso fuego del modo que los anteriores. El ocho por la mañana principió  el tiroteo de fusil, más a las doce poco más del día lo hicieron de artillería, colocados tres cañones de 24, en la batería cercana al olivar que se halla inmediato al fuerte y al Calvario, un obús hacia el Puente de Málaga y otro en el sitio llamado la fortaleza,  estando además montando en el Calvario otra batería. El intenso fuego de cañón destruyó el frente de tierra de la fortificación, reduciéndolo a un estado de incapacidad total. El puente levadizo de la misma también lo destruyeron y en las murallas, había oquedades por las que podían penetrar decenas de hombres. Envueltos de polvo y piedras los defensores, las balas les rebotaban por doquier y las granadas de nueve pulgadas, hacían saltar las piedras del patio, multiplicando su efecto.
Ceballos explica al General: “Si cualquiera persona instruida en el arte de la guerra  ve lo que es aquella casa fuerte llamada  Castillo de San Luis, (…). Parece, diría era del todo imposible que sobreviviera alguien, cubierta de yerro y plomo del enemigo, nadie pudiera hacer defensa alguna, sin morir quantos se hallasen en su elevación (…) la batería nuestra era un conjunto de fuego, de granada, cañón y fusilería en términos de llegar nuestra obstinación a tal grado que no se oía otra voz que las repetidas por mí y todo fuego eterno contra esta canalla, primero muertos que caer en sus manos, éste era el grito y opinión general y esto entusiasmó a todos, de modo que ninguno se cuidaba del riesgo de su situación y sí de darle a entender a los enemigos el desprecio con que les miraba”. Los enemigos, en medio de su fuego de artillería, se apostaron en todas las casas, torres, azoteas y sitios eminentes desde donde sostenían un fuego vivo de fusilería contra nuestros artilleros. La artillería, bombardeó desde las doce y media hasta las siete de la noche. La situación se tornó desesperada, el fuerte casi derruido y por lo tanto próxima la muerte de los resistentes, se barajaron tres opciones: morir en la defensa del fortín, salir a bayoneta calada hacia las montañas con el objetivo de que un puñado se salvase y pudiese seguir hostigando a los franceses o embarcarse en los barcos ingleses de noche y, después de destruir todo lo que quedaba, abandonarlo en manos del enemigo. Cualquiera era válida menos capitular, pues sabían que serían pasados a cuchillo. El informe que el 17 de diciembre envió Rafael Ceballos al Marqués de Cartago, referido al embarque y retirada del 10 de diciembre, decía: “no han hecho presa de un solo individuo de los de la memorable fortaleza de Marbella,  todos tomaron cuanto quisieron del pequeño almacén de víveres, la artillería quedó clavada y la pólvora echada al pozo y todas estas operaciones se hacían bajo un fuego de fusil y cañón muy vivo y constante hasta el embarque del ultimo soldado, a pesar de haber tenido la desgracia de haberse pasado a los enemigos, en medio de estas operaciones, dos indignos paisanos de los que se hallaban presos (…) La pérdida sufrida ha sido de seis soldados muertos y un marinero español, el Teniente y el Ayudante interino Don Joaquín Téllez, y catorce soldados heridos y quemados de resultas de haberse incendiado, por una granada enemiga, el pequeño repuesto provisional de cartuchos de fusil y cañón. No encuentro voces con que explicar la acogida y hospitalidad con que fuimos recibidos y protegidos por la fragata, dos bergantines de guerra ingleses y el bergantín español, mercante, su capitán Don Salvador Yuste,  nombrado San Josef y Animas, sin los cuales hubiera sido casi del todo imposible el haber salvado aquella guarnición. La pérdida de los enemigos, se sabe es de tanta consideración, cuanto dos conventos de Málaga se hallan llenos de heridos. ¡Gran Gloria para el General Sebastián el haber obrado contra la fortaleza más débil de la costa, como si fuera una plaza de primer orden! Tenemos el firme conocimiento de que en las cinco defensas de este fuerte, pasan de dos mil  quinientos hombres los se que han perdido”. Los hombres que formaron parte, desembarcaron en Algeciras previo paso, por culpa de una tormenta, por el Peñón de Alhucemas. Rafael Ceballos Escalera y Sánchez de Cano murió en una acción de guerra en Bornos el 1 de junio de 1812.

1 comentario:

Carmen Hernández Galán dijo...

Me parece de lo mas interesante. Jamás había leído este tramo de historia de Andalucía -Costa(Marbella). Me gustaría saber si actualmente se enseña en Ciencias Sociales en la ESO. ¡Gracias!.