Lenguaje y género. Sobre el todos
y todas
En ocasiones, contemplamos
extasiados cómo algunos de nuestros políticos “progresistas”, con el fin de
eludir el “lenguaje sexista”, acaban aburriendo a determinados oyentes,
generalmente a los no pertenecientes a sus postulados ideológicos, con
expresiones repetitivas, casi mantras, del tipo de: Compañeros y compañeras,
estamos aquí reunidos todos y todas…. Extirpando de un plumazo, una de las
leyes más importantes del lenguaje como es la de la economía de la lengua.
Todo parte de la idea de que el
lenguaje posee un componente sexista y un carácter andrógino, el cual no
negamos. Ahora bien, ¿realmente esta es la mejor manera de superar las
desigualdades?
La idea parte de un presupuesto
que no está absolutamente nada claro: El lenguaje reproduce el pensamiento; por
lo tanto, si nuestro lenguaje no es sexista, contribuiremos a configurar un
pensamiento no discriminatorio. La creencia de que la sociedad se puede
transformar a partir del lenguaje, idea hoy muy criticada, es conocida como la
hipótesis de Sapir-Whorf.
Con respecto a la relación entre
pensamiento y lenguaje hay mucho que estudiar e investigar, existiendo, en la
actualidad, básicamente tres grandes teorías, no pudiendo dar el tema por
zanjado en términos generales. Noam Chomsky, el más influyente en estos
sectores sociales con su Gramática
generativa, postula la idea de que el lenguaje es primero y después el
pensamiento. Esta hipótesis confirma la creencia mayoritaria de estos sectores
socio-políticos de que sin lenguaje no podríamos pensar, de ahí la importancia
de no usar los nombres genéricos para combatir el sexismo.
Por otro lado, Piaget, siguiendo
en parte, la afirmación de Descartes de “Primero pienso, después existo”, apoya
la tesis de que el pensamiento es anterior al lenguaje. Cuando estudia el
desarrollo intelectual, comprueba cómo desde las primeras fases del niño, en el
desarrollo de la inteligencia práctica, ya se distingue entre medios y fines. Y
más adelante ofrece otros argumentos y estudios en los que afirma que los
sordos-mudos generan la inteligencia a partir de la acción y no del lenguaje,
lo mismo que los humanos prehistóricos.
Por último, Vigotsky, asevera que
hay un gran paralelismo, una fuerte interacción dialéctica entre lengua y
razonamiento.
No vamos a profundizar más en las
argumentaciones de las diferentes teorías, pero en la idea de eludir las
anacrónicas formas de uso del femenino y del masculino, intentaremos mostrar
como sociedades mucho más paritarias que la nuestra están intentando dar una
respuesta diferente. Se trata de la apuesta de los países nórdicos
(especialmente Suecia), sociedades donde la simetría y los roles
masculino-femenino han llegado a su mayor nivel y equivalencia. Todo comenzó en
los años sesenta, cuando numerosos lingüistas, respondiendo a las demandas
feministas trataron de dar una solución, desde mi punto de vista, mucho más
imaginativa y lógica.
Parece que las nuevas formas de
vivir la sexualidad, las reivindicaciones de un transgénero y las condiciones
intersexuales postulan cada vez más la idea de un tercer sexo. En la tónica de
ello y cumpliendo con la ley del mínimo esfuerzo o de economía de la lengua
propusieron pronombres que no designaran condición sexual alguna. El primero de
ellos es hen, con el cual se trataba
de evitar el uso de él/ella. En 2012 se publicó un libro Kivi och Monsterhund (Kivi y
el perro mosntruoso) en el que se suprimió el pronombre han (él) y hon (ella) en pos del neutro hen.
Igualmente, los vocablos mammor y pappor (padre y madre) se sustituyeron en el cuento por los nuevos
términos más neutros mappor y pammor.
Sin embargo, Susanna Karrlsson,
responsable del Consejo de Lenguas Sueco ve necesario conservar los pronombres
como categoría de orientación y su colega Mikael Parkvall se muestra muy
escéptico con la creencia de que la
lengua determina el pensamiento.
En cualquier caso, parece ser que
bastantes escolares están introyectando estas actitudes con sus vocablos
correspondientes y que los roles masculino/femenino cada vez son más difusos
para las nuevas generaciones. Pero para ello no solo se están aportando
cuestiones lingüísticas pues se está actuando desde propuestas mucho más
transformadoras; por ejemplo, la tradicional asignación de juguetes y la
consiguiente compra por los mayores son totalmente neutros. Así, en los
catálogos de Navidad para Suecia y Dinamarca de la cadena Toys R Us encontramos
niñas jugando con escopetas y camiones y niños cuidando muñecas. Igualmente, la
asignación de colores tradicionales de rosa para niñas y azules para niños,
están invertidos en todas las facetas de la vida.
La idea es borrar totalmente los
estereotipos de género. En pos de esa idea existen fortísimas apuestas como:
que la cadenas de ropa hayan eliminado las secciones de niños y niñas, que en
Alemania en las partidas de nacimiento no se indique el sexo o que las
asociaciones de juegos tradicionales como los bolos y muchos otros están
fusionando los torneos masculinos y femeninos, los políticos proponen la puesta
en marcha de aseos neutros para que nadie tenga que autocalificarse y que en
las guarderías y colegios infantiles al alumnado sea obligatorio llamarlo por
su nombre de pila con la idea de no tener que usar términos de género.
Todo indica que en estas
sociedades tan paritarias se camina, a pasos agigantados, hacia la ausencia
total de estereotipos de género y que la diferenciación de los mismos acabará
algún día. Mi pregunta es si nuestros políticos y las sociedades mediterráneas
están en este debate.
Andrés García Baena
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